Probablemente uno de mis pintores favoritos. La razón, no la sé muy bien, a lo mejor por diferente, pero sus cuadros, casi todos retratos de mujeres, con esas caras, alargadas, de mirada perdida y a veces melancólica, con rasgos totalmente alejados de la realidad, no dejan de ser de lo más expresivo y quizá reflejo de la vida del autor:
Amante tanto de la pintura como del libertinaje, Modigliani no triunfó con su obra hasta después de muerto, como tantos otros casos, y llevó una vida plagada de todos los vicios habidos y por haber, destacándose el alcohol y las prostitutas. Esto le llevó a empeorar su, ya de por sí débil, salud, resultando por tanto un hombre enfermo la mayor parte de su existencia, hasta que un día, con 38 años, y tras varios días de juerga desenfrenada y una pelea con unos vagabundos, murió de tuberculosis abrazado a su mujer embarazada de 9 meses. Ella tuvo a la hija de Modigliani dos días después, para seguidamente, suicidarse tirándose por una ventana.
Vida y muerte trágicas, y éxito exclusivamente póstumo. Es una historia muy frecuente entre los artistas, en especial pintores y escritores, lo que me lleva a preguntarme si tener una vida de estas características, ser pobre, o profundamente desgraciado, estar perturbado, o ser un auténtico golfo o drogadicto, es requisito necesario para ser un genio. Desconozco la respuesta, pero no me imagino obras de estas características, creadas por hombres rectos e íntegros, felizmente casados con hijos, pagando una hipoteca y madrugando para sacar a pasear al perro.